Por Aldo García Caballero
Este 20 de noviembre se cumplen 14 años desde la desaparición de mi padre, el tiempo sigue pasando, es lo que siempre y durante todo este tiempo me ha causado más temor.
Recuerdo una marcha al lado de los familiares de los estudiantes de Ayotzinapa en el segundo año de sus desapariciones forzadas. La última vez que lloré por un dolor ajeno fue en febrero de 2018, Minerva Bello Guerrero murió sin poder abrazar de nuevo a su Everardo, y aquí estoy yo, temiendo que siga pasando el tiempo; recuerdo esa marcha detrás de ellos, gritando los nombres, gritando y luego llorando porque ya no podía gritar, ya no podía ir detrás de ellos, tuve que callarme y seguir llorando en la banqueta a su lado. No podía acompañarlos en silencio, así que seguí mi camino a su lado, y aún así no podía gritar, sólo los veía como un espectador enfermo y pensaba: ojalá el año que viene ya no marchen, que los encuentren, que ya no pase el tiempo, es lo peor, que los días pasen nadie le deseo la espera, a nadie le deseo que espere la justicia, a nadie le deseo la espera de un hermano, de un padre, de una madre, de un hijo, de una hija que no aparece tras un año, dos, ocho, catorce…
Este 20 de noviembre como desde hace 14 años no recuerdo la revolución mexicana, ¿cuál revolución? aquella que no es nuestra, que fue de otros, de otros que también olvidamos, de otros que tuvieron más agallas que nosotros, recuerdo a mi padre, sólo a mi padre, que tomó una idea y lucho por ella, resistió por ella. Los verdaderos héroes siempre se nos van primero, siempre son una amenaza para aquellos que han decidido vender su paz por dinero.
Y aquí seguimos editando este periódico tras 14 años, el año que viene habrá de cumplir la mitad de su existencia sin que mi padre escriba en él. Y yo ya tengo la mitad de mi vida viviendo su ausencia, buscándolo, diciendo su nombre, pensando en él, recordando su voz, su imagen y su mirada la tengo grabada. Tengo sus fotos que me ven a los ojos, pero su voz es lo que más temo olvidar. Aún lo escucho de lejos, aún me atormenta imaginarlo esa tarde de 2006, nunca lo vi débil pero tengo esa imagen de él temiendo, asustado, solo. No sé cómo alguien puede vivir con el peso de una vida arrebatada, qué rostros lo habrán secuestrado, qué otros hijos o hermanos se lo habrán llevado, qué madres les rezan para que no se los maten, qué hijos los ven con tanto cariño como yo veía al mío…y aún así pude perdonarlos, después de mucho tiempo pude perdonar sin tener el derecho de hacerlo, tanto dolor que seguramente le hicieron a mi padre.
De eso que le pudieron haber hecho no lo he pensado nunca, aún y cuando una noche en las oficinas de la AFI unos agentes se les ocurrió describirnos cómo algunos criminales disuelven cuerpos, a mi madre y a mí, yo tenía 17 años cuando me describieron cómo podrían haberse deshecho del cuerpo de mi padre, esas cosas te pueden volver loco.
Así como te puede volver loco esperar la justicia de quienes deben de procurarla, investigar, y encima confiar en que hagan su trabajo, nadie busca a los desaparecidos como si fueran suyos a menos que sean suyos, nadie lucha como aquellos que buscan; he visto madres temerosas haciéndose grandes, fuertes buscando a sus hijos, a sus hermanos, a sus padres, así como la materia no se crea ni se destruye, así el dolor se transforma en fuerza, las lágrimas en una voz más alta, en seres que también se convierten en amenaza.
Recuerdo con dolor a Marisela Escobedo, recuerdo su cara de dolor y luego su cara cansada de lucha, luchando contra la ausencia, contra el olvido del nombre de su hija, contra los jueces que dejaron ir al asesino de Rubí, error que a ella le costó la vida, dicen que la mataron 3 veces y esa es nuestra realidad, uno ya no vuelve a vivir de la misma manera, abrazos que añoras cada 1° de enero, los cumpleaños, es imposible pasar sus cumpleaños sin que algo te atraviese el pecho al pensar que la vida sigue, y que la vida no siguió para todos ellos y todas ellas.
Todos buscamos a pesar de la incompetencia y la falta de voluntad y claro, la complicidad de las autoridades, no se puede hablar de justicia sin recordar por qué la justicia es ciega, semidesnuda y con una balanza en la mano: porque no le queda nada más, porque no pueden darnos nada más, te quitan esperanzas, fuerzas, te dejan desnudo, desprotegido, vulnerable, y te regalan expedientes enormes de tantas páginas como horas que han pasado sin encontrar a los nuestros, nunca los suyos, tantas hojas haciendo contrapeso de nuestra vida arrebatada, de su vida arrebatada. Ojalá la justicia temiera menos, ojalá la gente temiera menos. Mi padre no temía tanto y aún así le hicieron sentir el mayor miedo que alguien puede experimentar: ser secuestrado, ser sometido, ser torturado y arrancarle lentamente todo lo que es; a mi papá le debo tener más valor, le debo ser fuerte, le debo su memoria, le debo intentar ser feliz cada vez que pueda, aunque sea difícil distinguir si lo he logrado, aún no lo sé.
Y me quitaron lo último valioso que creí que tenía: el miedo a morir, llega un punto en el que ya no te importa si se te va la vida en buscarlos, no puedo concebir lo que fue para mi madre y no puedo evitar sentir un nudo en la garganta sin recordarla tirada en la cama, esperando una llamada, marcando al celular de mi papá para escuchar su voz, la voz que nunca le pude grabar, también le debo a ella el resistir, por ella sigo, por ella que se levantó de la cama, que decidió gritar, buscarlo en todos lados y en medio de una guerra contra el narco, la suerte no la puso en riesgo, le debo el resistir…por poco también la pierdo a ella.
Y veo tanto amor en buscar, en gritar, en querer un abrazo de aquel, aquella que se llevaron, ese amor también debería de mover la montaña de la ineptitud del Estado. Pero no son sus desaparecidos, no he visto marchar a ningún presidente o gobernador a nuestro lado, no he visto siquiera a alguno recordando sus nombres, también les debemos recordar sus nombres. Mi padre es José Antonio García Apac, y lo seguimos buscando, te seguimos buscando, te seguimos haciendo presente y nos negamos a ponerte ofrenda en día de muertos.
Negarte una tumba también debería ser un crimen, negar tu presencia, negar que el tiempo sigue pasando debería de ser un crimen imputable a las autoridades, ser incompetente debería de ser crimen. Ver los crímenes con miedo debería de ser crimen. Ver el expediente de mi padre sin querer salir corriendo a encontrarlo debería de ser un crimen.
¿Queremos justicia o paz? Ninguna es posible sin la otra, y esperan que dejemos de buscar, esperan como nosotros, pero esperan a que también desaparezcamos, que pase el tiempo, que los años nos pasen encima y la muerte nos pise los talones, la injusticia es que siga pasando el tiempo, la injusticia es mi indiferencia a tu dolor, la injusticia es tu indiferencia a mi dolor, la injusticia es nuestra indiferencia a los dolores ajenos. Por eso la justicia es ciega, nos impide vernos a los ojos, si alguna vez nos encuentra.
Nos siguen faltando, los seguimos buscando.
Nadie quiere morir sin encontrar a su hermano, a su esposo, a su madre, a su padre, a su hijo, a su hija, pero el tiempo sigue pasando. Deseo que nadie más sea secuestrado, que no desparezcan a nadie más, porque el destino es desolador, y aún así, mantenemos viva la esperanza porque eso les debemos. Abracen a todos los que aman, déjenles claro su cariño, empezamos a tener desaparecidos desde antes de que se los lleven y hay asesinos desde antes que hagan daño, nunca subestimen el poder del cariño que dan, y del que no dan, también.
Hay que tener valor para recordar, les debemos el recordarlos, les debemos nuestras luchas diarias.
A lo largo de 14 años varias dependencias han atraído el caso, actualmente se encuentra activa tras 2 intentos de mandarla a reserva, intentos que han sido evitados por nosotros como familia y gracias al apoyo incondicional de Balbina Flores Martínez. La FEADLE (Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión) sigue investigando el caso, el nuevo titular Ricardo Sánchez Pérez del Pozo ha manifestado su interés por el caso de José Antonio García Apac y ha mostrado avances significativos en el estudio de la carpeta. El CIC Propuesta Cívica está a cargo de la representación legal de nuestra familia, gracias a esta labor desde el año pasado contamos con un acompañamiento ante las distintas, nuevas y sobrepasadas instancias judiciales de esta administración.
Hoy hace 14 años desaparecieron a José Antonio García Apac, y hoy lo seguimos buscando, y hoy, lo seguimos teniendo presente.